Jean Rolian el Joven fue un renombrado anatomista y profesor en la Universidad de París de mediados del siglo XVII. Sin embargo, también fue uno de los responsables de frenar el avance de la medicina en Francia. Su influencia tuvo consecuencias graves para la salud pública. ¿La causa? Su escepticismo sobre la teoría de la circulación sanguínea propuesta por el médico inglés William Harvey. Jean Rolian era un devoto seguidor de la teoría clásica de Galeno, el célebre médico griego del siglo II a. C., que determinaría la práctica médica desde el Imperio Romano hasta bien entrada la Edad Media.
En los hospitales franceses del siglo XVII, se practicaban cirugías sin tomar en cuenta que la sangre circula por el cuerpo. Con Galeno, Rolian y muchos de sus contemporáneos creía que la sangre es continuamente producida por el hígado y absorbida por los tejidos. Creer que la sangre era constantemente renovada por el hígado llevó a este médico francés a creer que las transfusiones sanguíneas podrían cambiar la identidad de una persona. Se solía pensar que muchas enfermedades eran causadas por exceso de sangre en el cuerpo. La cura requería realizar una sangría, es decir, hacer una incisión en una vena para “equilibrar” los humores. Sin embargo, muchos experimentaban desmayos, infecciones e incluso la muerte. El escepticismo de Rolian resultó letal para muchos pacientes y ralentizó el progreso científico en Francia.
El escepticismo no siempre tiene consecuencias adversas. De hecho, la duda es el motor del pensamiento y desarrollo científico y filosófico. Sócrates fue uno de los grandes pioneros del escepticismo racional. Este influyente pensador no aceptaba ninguna idea sin antes ponerla a prueba. Galileo y otros científicos modernos como Harvey nunca hubieran realizado sus grandes descubrimientos si no hubieran sido escépticos sobre las teorías precedentes. Aceptar algo sin tener evidencia suficiente nos lleva al dogmatismo y a seguir repitiendo errores del pasado. Entonces ¿por qué criticar el escepticismo de Rolian?
La razón es que el escepticismo que no se basa en razones sólidas ni en evidencia empírica tiende a generar más problemas que avances. Esto diferencia al escepticismo de Harvey del escepticismo de Rolian. Aunque era patente que la lógica y los datos apoyaban la teoría de Harvey, Rolian se mantuvo firme en su posición escéptica. Si bien debemos ser escépticos para poder adquirir el mejor conocimiento posible y evitar los errores del pasado, no debemos ser escépticos por las razones equivocadas.
Conviene preguntarnos siempre: ¿qué razones nos llevan a dudar? ¿están bien fundamentadas?
Un escéptico racional cuestiona con base en razones y evidencia. Sócrates y sus discípulos no criticaban ni ponían nada en duda si no era por buenas razones. Sócrates sacaba a la luz las creencias contradictorias de sus interlocutores. Muchos de los llamados “maestros” de la virtud de su época aseguraban enseñar la virtud, pero, cuando Sócrates les preguntaba qué es la virtud, daban respuestas vagas o contradictorias.
En una ocasión, Sócrates preguntó a Pólemarco:
—¿Qué es la justicia?
Pólemarco respondió:
—Justicia es dar a cada uno lo que le es debido, o, como lo dice también el poeta Simónides, ‘dar a cada cual lo que le corresponde’.
Entonces Sócrates pregunta de nuevo:
—¿Y eso incluye devolver lo que se ha recibido, sin importar las circunstancias?
Pólemarco responde afirmativamente.
Pero Sócrates continúa:
—Imagina que un amigo te presta una espada. Luego enloquece y te pide que se la devuelvas. ¿Sería justo devolvérsela?
Este ejemplo demuestra que devolver la espada a una persona que ha enloquecido es justo, pero también es injusto al causar mal.
Ser escéptico sin razones puede ser profundamente problemático e incluso letal, como lo podemos apreciar en los pacientes que perdieron la vida en la Francia del siglo XVII. Rolian era escéptico sobre la teoría de Harvey no precisamente por buenas razones, sino principalmente por temor a admitir que había aprendido teorías y prácticas equivocadas.
Tanto Rolian como otros médicos de su época no querían reconocer que los conocimientos que habían aprendido y enseñado con orgullo podían ser completamente erróneos. Eso supondría un duro golpe a su ego, tanto en lo personal como, especialmente, en su identidad como profesionales de la salud. No deseaban, además, cambiar sus opiniones, pues la medicina de la época se basaba en la sabiduría y autoridad de Galeno. Así como Aristóteles era considerado una autoridad en cuanto a la inmovilidad de la Tierra, Galeno lo era en el ámbito de la medicina.
La tradición también jugó un papel decisivo. Generaciones enteras habían practicado ese tipo de cirugías, sangrías y otras actividades médicas peligrosas durante siglos. No podían estar todos ellos equivocados. ¿O sí?
El escepticismo de Harvey, en cambio, sí tenía buenas razones. A diferencia de los médicos de la época, Harvey se fiaba poco de la autoridad de los viejos griegos y de la tradición. Harvey realizó experimentos y observaciones novedosos que corroboraban su teoría de que la sangre circulaba y de que el corazón actuaba como bomba.
En sus numerosas disecciones de animales vivos, Harvey observó con sus propios ojos como latía el corazón. Se dio cuenta de que, con cada latido, el corazón bombeaba la sangre —alrededor de 100 ml de sangre en cada palpitación. Además, según los cálculos que hizo, la cantidad de sangre que recorría el cuerpo era de varios litros por minuto. Esto era imposible si la teoría de Galeno era cierta: que el hígado renovaba constantemente la sangre. En lugar de eso, era mucho más lógico pensar que la sangre circulaba en el cuerpo.
Harvey observó que la sangre circula en una dirección y no en la otra. Al presionar un dedo sobre una vena del brazo, se dio cuenta de que la sangre no retrocedía, sino que se acumulaba en la dirección de la presión. Esto era señal de que la sangre circulaba solo en una dirección.
Todas estas pruebas ofrecían razones de peso para que Harvey dudara de Galeno, pero también para que aceptara con confianza su propia teoría. Su escepticismo no era caprichoso sino un escepticismo racional.
Leave a Reply